miércoles, 11 de febrero de 2009

“Perro callejero” agridulce (receta hindú);

Postre “Der Vorleser Strudel”

acompañelo con “Leche”;

Opción “Colibrí” a la Button.



La cuenta regresiva para abandonar estas tierras bárbaras comienza, “curioso elemento el tiempo”.

Experiencias las tuve todas, aprendí de mi mismo y de país de una forma que no hubiera imaginado a no ser que se vea desde la perspectiva de otro charco.

La comida que tanto recelo me causó ahora me parece más social, que no rica.

El frio, ese que hasta pesadillas me hacía pasar, ahora me gusta, disfruto sentirlo en las orejas, la nariz, y las manos, de hecho me gusta sentirlos entumidos.

Y pesar de las costumbres de estos meses hay cosas que nunca cambié; por ejemplo, a pesar de que llegamos a estar a menos 20 grados (no me pregunten que se siente porque ni siquiera lo puedo describir), nunca dejé de bañarme.

Tampoco dejé de cepillarme los dientes, ni murió mi interés por involucrarme con la gente.

Mi amor por la cocina jamás decayó, a pesar de que estos holandeses todo el gusto lo tienen alrevesado por preferir el color o la forma.

Y no hubo ni una sola semana en que no disfrutara de mi bien amado “séptimo arte”, y lo hice de forma espectacular, enfrentado varias barreras como el idioma, la crisis económica, las limitaciones culturales (porque Holanda será muy de primer mundo pero de que están limitados, casi que por elección, lo están). Así que esta edición está dedicada a mi matrimonio con dicho arte.

El 2009 como todos los años comienza con su selección de películas festivaleras y oscareadas, el año pasado, y los anteriores, me costaron algo de trabajo aunque eso no signifique que hubiera trabajos malos.

Pero hay esos años en que todo lo que se hace es una belleza, aún recuerdo aquel 2002 y 2003 cuando teníamos en la lista las entregas de “El Señor de los anillos” más “Malena” y “Amelie” traídas desde Europa.

Y No hay que olvidar “El Halcón Negro” de Ridle Scott y mucho menos descalificar aquella polémica “Frida” de Salma Hayek y ese fantástico “Moulin Rouge”.

Rematando la lista estaba el “El pianista” de Polansky, “Las pandillas de Nueva York” de Scorcese y “Las horas” de Stephen Daldry esa otra polémica “Chicago” que le trajo a mi vida “todo el Jazzzzzz”.

En México también ocurrieron cosas interesantes ahí en esos años entraron los “Amores perros” del Iñarritú, “”El crimen del padre Amaro” de Carlos Carrera y los inolvidables charolastras, “Y tu mamá también”, de Alfonso Cuaron.

Aunque los premios iban y venían, generaban controversias y me hizo ganar amigos, y pegar alguno que otro coraje, ahí quedaron todas no nada más en la memoria de la gente, también en mi colección privada.

Como decía, este año va a ser uno de esos que cualquiera que gane algún reconocimiento será más que meritorio pero dejara algún sentimiento de pérdida para aquellas que no llegaron tal alto aunque se mereciera.



Leche Van Sant






Empiezo mi lista con “Milk”, una biopic acerca de la vida de Harvey Milk, primer político homosexual de EU que cuya vida y ejemplo motivó congregó a las minorías y unió a los homosexuales primero de s país y luego de todo el mundo.

La historia de película incluso conmueve, su guionista, Dustin Lance Black, cuenta que un día vio un documental de Milk en el que decía algo así: “En alguna parte, puede que en Des Moines o en San Antonio” – lugar de donde el guionista viene– “hay un joven gay que abrirá un periódico y leerá que un homosexual ha sido elegido en San Francisco. Sabrá que hay esperanza, que habrá un mundo mejor, un mañana mejor".

“Empecé a llorar porque yo era ese chico y me daba esperanza. Era un momento muy duro para la comunidad gay, con la crisis del SIDA. Entonces pensé que era necesario volver a hacer algo, seguir con su mensaje", explica Lance Black y añade: "Milk me pareció una figura carismática, un poco como un padre para su gente – algunos ya no tenían padre debido a su inclinación sexual –, que hizo mucho en muy poco tiempo".

Unos años después, afianzada su posición como guionista, productor y director, Dustin Lance Black se lanzó a contar la historia del hombre al que llamaron "el Martin Luther King de los gays".

En vez de hacerse con los derechos de un libro sobre Milk (hay varios publicados), decidió empezar a documentarse. Dice: "Varias personas en el gremio me aconsejaron que lo olvidara, era muy arriesgado. Pero mi tarjeta de crédito y yo seguimos adelante".

Así pasaron 25 años hasta que uno de los reyes del cine (del binomio arte/industria), el señor Gus Van Sant puso el ojo en él y acepto dirigirla.

Uno de sus productores confirma lo siguiente: El guión nos entusiasmó. Era una historia íntima y épica a la vez. Estábamos convencidos de que bajo la dirección de Gus Van Sant la película conmovería y atraería, aunque no se conociera la historia de Harvey Milk".

La opinión de Van Sant al respecto de Milk era decisiva, pues el realizador es un contundente portavoz de la comunidad gay del mundo con películas como “Mala noche”, “Mi Idaho privado” y “Elefante” : "Harvey Milk fue un ilustre activista gay. Murió en el desempeño de sus funciones, por lo que casi se le considera un santo en el mundo gay. Entre otras cosas, la película debía servir para que los jóvenes que entonces no habían nacido le conocieran y le recordaran".

Si a Ang Lee le tembló un poco la mano, la crítica mojigata se escuda en eso, y “Secreto en la montaña” se niega así misma como película gay sino la historia de dos hombres que se aman; Milk es una película que toma el toro por los cuernos y aborda el tema de frente y viendo hacia el futuro.

Los involucrados se negaron a tomar el camino fácil la película que hubiera sido la oportunidad perfecta para sacar a la luz un monton de mariconadas incluidos escarceos sexuales y toda esa clase de excesos que definen el ambiente del joteo y el aleteo y que definitivamente aún definen a San Francisco.

Pero no fue así, y en esto mucho tuvo que ver Sean Penn, el actor que lo interpreta, que si bien se le quiebra la voz y mariposea un poco, no cae en la caricatura del joto y construye un personaje delicado y dulce pero con mucha dignidad y con una mirada tan cándida y un brillo en los ojos que desarma.

Si a todo lo anterior se le suman los hechos “peliculeros” como la excelente música de Danny Elfman que incluye temas de David Bowie entre otras bellezas; más una fotografía y ambientación inteligente que incluye imágenes emblemáticas de originales de aquella revolución, tenemos en suma una película redonda: sensible, amena, didáctica, esperanzadora y mejor me detengo porque la adulación pervierte y se presta a los “mala leche”.


Strudel Daldry, leer receta en voz alta





Hablando de perversiones me siento a ver Kate Winslet en “El lector”, “Der vorleser” en alemán de Alemania, donde se origina la historia y la novela; donde se presume tendrá sus revolcones con un jovencito de 16 años, el morbo presente no me decepciona y los revolcones son memorables, sin embargo estoy ante la tercera entrega de otro director que nunca me ha decepcionado: Stephen Daldry.

Daldry definitivamente no es prolífico pero si muy efectivo, Billy Elliot hace vibrar a cualquiera cuando vemos al “Billy” como la estrella en “El lago de los cisnes”, por su parte “Las horas” es un poema fílmico a la homosexualidad y a la tortura que significa la exclusión (moral y social) al saberse diferente.

Sin embargo con “El lector” Daldry se quita las plumas (también en su vida personal metió reversa y se volvió hetero) y entrega una elegante historia de amor en la primera hora y una poderosa reflexión sobre las consecuencias de la guerra mundial en la vida de sus sobrevivientes en una misma entrega.

Pero tanta elegancia no llegó sola pues en la silla de la producción se sentaron por última vez las ahora leyendas Anthony Minghella (“El paciente inglés”, “El talentoso Mr. Ripley”, “Cold Mountain”, etc. ) y Sydney Pollack (“Tootsie”, “Memorias de África”, “Michae Clayton”, etc. ); ambos fallecido en el 2008 a causa del cáncer.

No sorprende entonces porqué la nostalgia invade cada fotograma de la película que después de los revolcones, la ilusión del primer amor (retorcido), “La Odisea” y “La dama con el perro” la historia encara la culpa de los alemanes después de las monstruosidades nazis de tal forma que no admite absolución, sólo queda pasar página, tratar de olvidar, meta imposible, y esperar que las nuevas generaciones, libres de dicha culpa, lo hagan mejor.

Winslet entrega, como siempre, un trabajo sólido, transformación física de por medio, y muy contenido pero absolutamente necesario para “disimular” ese gran secreto que “Hanna Schmitz” guarda con recelo, tan simple y tan poderoso que es capaz de cargar con más culpa de la que merece en los Juicios de Nuremberg por los crímenes nazis.

No puedo contar nada más porque estropearía el desenlace de la película, que conste solamente mi infinito reconocimiento por este otro acierto en la carrera de Stephen Daldry.


El perro agridulce de Boyle



Me despido de esta primera entrega de mi blog con un platillo exótico y en este orden porque así llegaron a mi vida.

El plato fuerte de esta edición viene de la India y se llama “Slumdog millionaire” (algo así como perro callejero millonario); seguramente un fenómeno cinematográfico mundial.

Ver esta película es una de esas experiencias que hacen vibrar en la butaca del cine. Conozco a mis amigos, a veces mis principales detractores, pero yo me empeño en defender que no todo en la vida tiene un final feliz y que el arte como reflejo de la vida –y no sólo como evasión– merece contarlas.

Son pocas las películas que logran lo que Danny Boyle consigue con su último trabajo, se me ocurre Stanley Kubrick y su “Naranja mecánica”, en su narrativa, pero no es así. Se me ocurre una “Amelie” en su sentido más dulce y su lenguaje cinematográfico pero tampoco. Se me antoja una “Ciudad de Dios” de Fernando Meirelles, en su retrato social, aunque no estoy muy seguro.

Atípica en muchos sentidos, especie de matrimonio entre las industrias de Hollywood y Bollywood, Boyle y Simon Beaufoy (guionista) ofrecen una mirada externa pero muy honesta sobre la India y todo su caos en un trago amargo (jamás maniqueo como “La vida es bella”) sobre tres mosqueteros de la vida, donde Athos, Porthos y Aramis, son intercambiados por Jamal, Salim y Latika, huérfanos aferrados a un mundo que se empeña en desaparecerlos.

Boyle al fin verá recompensados todos sus aciertos como creador que incluyen aciertos que van desde “Traisnpotting, La vida en el abismo”, “Exterminio, 28 días después” y “Millonarios”. Mucho se puede decir de esta película pero me conformo con decirles que esta película demuestra que una historia puede ser la misma pero que su valía se encuentra en saber cómo contarla.


El “curisisisisísimo” caso de Fincher


Desde hace muchos años me he complacido en seguir la carrera de David Fincher que en los noventas me cultivara con dos películas que marcaron mi adolescencia “Se7en” y “El club de la pelea”. Cuando me enteré de Benjamin Button supuse que esta película me lo traería de regreso a aquel director cojonudo que gustaba por señalar la mierda que la sociedad moderna viene cargando.

En teoría Benjamin Button tiene el sello inegable de su realizador en su aspecto más “cinematográfico” y “técnico”, el hecho de que narrara el cuento de F. Scott Fitzgerald que más se acercaba a la ciencia ficción me llenó de esperanzas hasta que las nominaciones al Oscar me pusieron al tanto de que el guionista encargado de alargar dicho cuento era Eric Roth, responsable de ese merengue edulcorado llamado “Forrest Gump”.

Vi la película y al final me dejo un saborcito a decepción, me da la impresión de Fincher llegó aquí por “encargo” y con mucho dinero. La inclusión de Brad Pitt es un acierto que le va a dar vida a ambos artistas.

Las bellas imágenes de la cinta son un acierto más, el hecho de que sea la primera película grabada en formato digital que llega al Oscar me pone la carne de gallina. Por estos lares incluso se proyecta ¡en disco!, el futuro nos alcanza.

La música de Alexandre Desplat funciona dentro y fuera de la película, lo cual a mi parecer es otro acierto.

De ahí en fuera encuentro todos los excesos de Eric Roth como escritor que en su momento fueron “decorosos” en “Forrest Gump” pero que aquí aparecen nada más como una copia alterada.

En primer lugar, se nota inmediatamente donde termina la pluma de Fitzgerald y comienza la de Roth, no hay parche que lo rescate, al final ni siquiera queda claro por qué Benjamin nace viejo.

En adelante queda ese retrato romántico del niño que crece en situaciones adversas, la figura materna sobreponiéndose a la pérdida del padre omitido. La historia de la niña dulce que se pervierte y se estanca en el camino para ser rescatada por el protagonista que nunca pierde su inocencia a pesar del rechazo y del paso del tiempo.

Tampoco se escapan las historias de guerra, ni el amigo negro que le pone “color” a la historia, ni la devoción que el escritor siente por el mar, pues Benjamin al igual que Forrest es marinero. Por supuesto que para ser marinero se necesita un capitán que sea entrañable y que deje al protagonista una enseñanza de vida invaluable.

Por último, tal vez el acto más descarado es la inclusión de un colibrí en vez de un pluma que vuela incierta por los aires o un chocolate en el interior de una caja como analogía del azar y la circunstancia, en este caso específicamente la muerte (p

ues se dice (y esto no lo vi en la película) que cuando un colibrí toca la ventana de alguien inevitablemente muere); además de que es la única ave que puede volar hacia atrás, igual que Benjamin.

Lo único nuevo en este otro merengue son las aguas del huracán

Katrina que me remiten un poco al “Macondo” de García Márquez, y nada más.

Y pesar de todo esto me quede un poco insatisfecho, aunque pensativo

, ¿Será que todos nacemos con algún talento que nos hace únicos? ¿Habré encontrado y

a el mío? ¿Mi único talento es sólo ver películas? ¿Puedo escribir? ¿Tendré que abandonar mi talento si decido regresar a Holanda? ¿Podré desarrollar mi talento en otros idiomas? ¿Podré desarrollarme en la industria fílmica?

Bueno, tengo que dejar de escribir porque un “perico verde” (algo cogelado) se postró en mi “venster”, no vaya a ser la de malas, me quede bien paleta y nunca re

sponda al significado de mi vida.

Buenas noches Holanda. Buenas noches familia Brink. Buenas noches blog.



3 comentarios:

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Xóchitl del Carmen dijo...

Wow, del puerto de veracruz a Holando.
Invitame a Holando :D

Xóchitl del Carmen dijo...

Holanda*